
Una mirada transversal, ética y transformadora

Una mirada transversal, ética y transformadora
Cerrar esta etapa del Prácticum supone mucho más que finalizar un proceso académico. Ha sido, sin duda, una vivencia transformadora, que ha desbordado los límites del aula y de los documentos entregados. Cada reto ha sido un peldaño hacia una comprensión más profunda de lo que significa acompañar, escuchar, intervenir, adaptar… pero, sobre todo, de lo que significa estar presente como profesional psicopedagógica.
El recorrido que comenzó con la detección de necesidades en un contexto marcado por la diversidad (RETO 2), y que fue cobrando forma con un plan de intervención realista y contextualizado (RETO 3), culminó en la implementación y evaluación de una propuesta viva, flexible y situada (RETO 4). Este proceso me ha mostrado que la intervención psicopedagógica no se trata solo de aplicar estrategias, sino de leer el contexto, de entender las historias detrás de cada alumno y alumna, de generar confianza con el profesorado, de afinar la mirada para detectar lo que a veces no se dice con palabras.
He descubierto que muchas veces la intervención comienza en los márgenes: en los pasillos, en una conversación improvisada, en un gesto de duda de una docente, en una ficha incompleta que nos interpela. Desde ahí, me he esforzado por construir un puente entre lo planificado y lo real, entre lo técnico y lo humano.
En cuanto a las competencias desarrolladas, destaco especialmente:
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La capacidad de diagnóstico contextual, no solo a través de pruebas, sino mediante la observación sensible y la escucha activa.
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La planificación flexible, ajustada a ritmos reales y no ideales.
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La capacidad de mediación y asesoramiento, donde aprendí que aconsejar también implica saber callar, preguntar y sostener.
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Y, sobre todo, la reflexión ética y crítica, sin la cual la intervención corre el riesgo de despersonalizarse.
He visto cómo se entrelazan los contenidos del Máster en la práctica real. Las teorías de Cummins, Vygotsky o Bronfenbrenner dejaron de ser nombres en bibliografía para convertirse en marcos que me guiaron en decisiones concretas. El DUA me permitió pensar en accesibilidad más allá de las adaptaciones. La orientación educativa se volvió tangible en reuniones con familias. La evaluación dejó de ser un momento final para convertirse en una herramienta de ajuste constante.
Pero más allá del desarrollo profesional, ha sido también un viaje personal. Me he sentido a veces insegura, otras veces entusiasta, en ocasiones abrumada, y muchas otras profundamente agradecida. Me he sorprendido a mí misma gestionando situaciones que nunca pensé que podría afrontar con tanta naturalidad. He descubierto fortalezas que desconocía —como la capacidad de generar vínculo, o la creatividad para adaptar recursos— y también limitaciones que me invitan a seguir aprendiendo.
Si algo me llevo con fuerza es la certeza de que el rol psicopedagógico no puede ejercerse sin implicación emocional, sin compromiso ético ni sin una mirada crítica y compasiva hacia el sistema educativo. Este Practicum ha sido mi primera oportunidad real de habitar ese rol, y me voy con el deseo profundo de seguir habitándolo, de seguir aprendiendo de cada contexto, de cada alumno, de cada equipo docente.
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